Te acabas de mudar. Ya has colocado los muebles, empiezas a sentir que la casa es tuya… y claro, llega la idea: ¿y si ponemos una piscina? Suena bien. Es verano, hace calor, tienes espacio… pero antes de lanzarte a comprar o construir, conviene parar un momento.
Hay algunos errores muy comunes que no todo el mundo cuenta, pero que los profesionales ven todo el tiempo. Te dejamos aquí los más importantes para que no aprendas a base de sustos.
Pensar que no necesitas permiso
¿Una piscina pequeña y desmontable? ¿Solo para los meses de calor? Puede parecer que no necesitas nada más que montarla… pero en muchos ayuntamientos sí te piden una licencia o declaración previa, incluso para modelos que no van enterrados.
Evita sorpresas desagradables: consulta siempre con tu ayuntamiento. A veces es solo un trámite sencillo, pero si no lo haces puedes llevarte una multa o tener problemas más adelante si decides vender la casa.
Elegir la piscina por lo bonita que se ve en Instagram
Las piscinas de diseño son espectaculares, sí. Pero a veces lo que queda bien en una foto, en la práctica no es nada cómodo. Por ejemplo: los mosaicos oscuros pueden recalentar el agua demasiado en verano. Y las piedras naturales pueden volverse muy resbaladizas.
Un consejo de experto: elige pensando en el uso, no solo en la estética. Que sea bonita, sí, pero sobre todo segura, fácil de mantener y que dure muchos años.
Ponerla donde “queda mejor”… sin mirar el sol o el viento
Uno de los errores más comunes: instalar la piscina en la zona más bonita del jardín, pero sin fijarse en cómo da el sol, cómo sopla el viento o si hay árboles cerca.
¿El resultado? Agua fría, hojas constantemente en la piscina o falta de privacidad.
Observa bien cómo se comporta tu jardín a lo largo del día. Un poco de planificación marca la diferencia entre usar la piscina tres meses o solo tres veces.
Y si moverla no es una opción, siempre puedes compensar: por ejemplo, instalando una sombrilla orientable o una estructura de sombra que te proteja del viento y los rayos más intensos. A veces, la solución está en adaptar el entorno.
No pensar en cómo se va a vaciar o drenar el agua
Las piscinas, aunque no lo parezca, necesitan un buen sistema de drenaje. Tanto para el mantenimiento como para vaciados puntuales. Si no está bien hecho, puedes terminar con el jardín encharcado… o peor, con agua filtrándose a zonas que no deberían mojarse.
Hacer la piscina… y olvidarte del papeleo
Si la piscina es fija (es decir, de obra o instalada de forma permanente), deberías registrarla en el catastro. Si no lo haces, puede darte problemas cuando quieras vender la casa, pedir una hipoteca o hacer cualquier trámite oficial.
No incluir los “detalles” que después echas en falta
La ducha exterior, el enchufe para la depuradora, un grifo para los pies, unas luces para la noche… Son cosas pequeñas que, si no las piensas al principio, terminan costando más o quedando mal integradas.